Uno de los principales factores que debemos tener en cuenta antes de tomar la decisión de invertir en un fondo de inversión son sus comisiones, es decir, el porcentaje de la rentabilidad del fondo que no llegará a nuestros bolsillos, sino que se perderá en el camino.
Pocos inversores dan a este asunto la importancia que se merece, máxime cuando muchos fondos conllevan un montón de gastos ocultos y difíciles de entender para el pequeño inversor. Sin embargo, es una realidad objetiva que uno de los factores que más influye en el comportamiento a largo plazo de un fondo es, precisamente, el total de sus comisiones. Por tanto, todo inversor o aspirante a serlo, debería conocerlas en profundidad.
En este artículo analizaremos cuáles son las principales comisiones y gastos de un fondo, explicaremos qué ratios resumen con mayor o menor acierto estos costes y veremos con un caso práctico cómo pueden llegar a afectar a tu rentabilidad.
Estas son las comisiones más importantes de un fondo de inversión. No son las únicas, pero sí las más habituales:
+ Comisión por suscripción.
La cobra la gestora del fondo cada vez que compramos participaciones del mismo, y se calcula como un porcentaje del capital invertido, que no puede ser superior al 5%.
+ Comisión por reembolso.
Es una comisión que cobra el fondo de inversión cuando el partícipe decide reembolsar (total o parcialmente) sus participaciones del mismo. Se calcula como un porcentaje del capital reembolsado y como máximo puede ser del 5%.
+ Comisión de gestión.
Es la comisión más habitual e importante de cualquier fondo de inversión. La cobra la entidad gestora por gestionar las inversiones de sus partícipes, es decir, por realizar su trabajo. Se puede calcular en función del patrimonio del fondo, de su rendimiento o como mezcla de ambas variables.
Como máximo puede ser del 2,25% sobre el patrimonio y del 18% sobre el rendimiento. Si se calcula como mezcla de ambas: 1,35% por la parte del patrimonio y 9% por la del rendimiento.
Es importante tener claro que esta comisión la pagaremos independientemente de los resultados del fondo: tanto si está en verde como si perdemos dinero con él, la gestora cobrará un porcentaje que se calcula de manera diaria sobre el capital gestionado por el fondo.
+ Comisión por éxito.
Es una comisión bastante polémica y sobre la que recaen muchas críticas, ya que sólo se aplica cuando el fondo logra unos determinados beneficios, es decir, cuando el gestor hace su trabajo, como siempre, pero logra una rentabilidad por encima del objetivo previamente fijado en un período de tiempo. Como máximo puede ser del 18%.
+ Comisión de depositaría.
La cobra la entidad depositaria del fondo, es decir, la entidad que se encarga de guardar y custodiar los activos en los que invierte la gestora. Al igual que ocurre con la comisión de gestión, se deduce de forma diaria del valor liquidativo del fondo. Como máximo, puede ser del 0,2% anual.
+ Comisión de custodia.
Es una comisión que cobra la entidad financiera encargada de la custodia y administración de nuestras posiciones. Puede deducirse del valor liquidativo del fondo, aunque la mayoría de las veces se paga aparte.
+ Comisión de distribución.
La cobra el broker cuando distribuye un fondo de otra entidad. Este tipo de comisiones se conocen habitualmente como “retrocesiones” y también son bastante polémicas. Además, no son fáciles de detectar (no suelen aparecer en las fichas de los fondos) porque se descuentan directamente de la comisión de gestión. En nuestra opinión, esta comisión la debería absorber la gestora sin repercutir al inversor.
+ Comisión por impacto de mercado de las acciones poco líquidas.
Cuando una acción tiene una gran capitalización y es muy líquida, se puede comprar y vender fácilmente en cualquier momento. Sin embargo, en el caso de acciones poco líquidas puede ser complicado invertir en grandes cantidades de una sola vez, por lo que se tiene que dividir la compra en decenas de veces, y el precio de la acción sube en cada compra.
Lo mismo ocurre en el sentido contrario. Si el fondo quiere vender acciones poco líquidas, la propia venta genera fuertes caídas del precio del valor, y por tanto una pérdida de rentabilidad con respecto al inicio de la operación de venta por parte del fondo.
+ Doble imposición por dividendos de acciones en el extranjero.
Cada país cuenta con una normativa fiscal para sus empresas residentes. Esto puede provocar lo que se conoce como la doble imposición sobre los dividendos de las acciones de empresas extranjeras. En otras palabras, que además de los impuestos que corresponde pagar en España, haya que pagar otra retención en el país de origen.
España establece en sus convenios de doble imposición que la retención por dividendo extranjero debe ser, con carácter general, del 15%. Sin embargo, si las acciones proceden de Francia o Reino Unido es del 0%. Los fondos luxemburgueses suelen tener peor trato, por ejemplo, aplican un 30% en acciones procedentes de Estados Unidos.
Si hay acuerdo de doble imposición podrás recuperar hasta el 15% de lo que te hayan retenido en el país de origen al hacer la renta (casilla 588 de la declaración). Si no hay acuerdo también podrás recuperarlo pero el trámite es un poco más complicado.
Estas comisiones no suelen aparecer en las fichas de los fondos.
+ Otros gastos adicionales.
Como te puedes imaginar, todas estas comisiones suman y mucho. Y lo peor de todo es que ni son las únicas ni están solas. Los fondos de inversión, al tratarse de instituciones de inversión colectiva, suelen conllevar también una serie de gastos que, inevitablemente, afectan a su rentabilidad.
Por ejemplo, los gastos de compra-venta, los de auditoría, los gastos por cambio de divisas o los de brokeraje. En cualquier caso, la mayoría de estos gastos dependen de la política del fondo en sí misma.
Por ejemplo, no es lo mismo un fondo con una rotación de cartera del 80% que genere unos gastos de corretaje del 0,5%, que otro con una rotación del 0% y unos gastos por el mismo concepto de solo el 0,01%.
En definitiva, si la suma de estos gastos es excesivamente elevada, el impacto sobre el resultado de la inversión puede ser importante.
Por otra parte, y aunque este factor se escape a nuestro control, también debemos tener en cuenta los impuestos a pagar por las ganancias de capital que obtengamos tras la venta de los activos de la cartera del fondo. No podemos olvidar que cada venta con ganancias se dejará un porcentaje del beneficio en impuestos.
¿Cómo saber cuál es el coste real de una inversión?
Para el pequeño inversor, el problema de que existan tantas comisiones y gastos es que resulta difícil evaluar cuál es el coste final de un fondo de inversión, y más aún comparar un fondo con otro. Entonces, ¿cómo puede saber cuál es el coste real de una inversión?
Una respuesta parcial la encontramos en un indicador conocido como TER (Total Expenses Ratio), que, en teoría, incluye las principales comisiones y gastos de un fondo de inversión, aunque no todas. Por ejemplo, la comisión de suscripción, la de reembolso, la retención en origen de los dividendos internacionales y los gastos de transacción no están incluidos.
En 2011, como parte de la directiva europea 2009/65/EC, entró en vigor un nuevo ratio de costes conocido como Total de Gastos Corrientes o OGC (Ongoing Charges). Se diferencia del TER en que excluye la comisión de éxito (que debe ser publicada en la documentación del fondo de forma independiente), lo que permite comparar los costes de los fondos de forma más precisa.
Los gastos de brokeraje son publicados en los informes trimestrales del fondo en la CNMV, así como el índice de rotación de activos.
Desgraciadamente, gastos como el impacto de mercado por iliquidez de activos en la compra y venta no suelen ser compartidos con los clientes.
¿Cómo afectan las comisiones a tu rentabilidad?
Imagina que inviertes 30.000 euros en un fondo de inversión con unos costes totales del 3%. Si ese fondo lograse una rentabilidad anual de 5,5%, ¿cuánto dinero iría a tu bolsillo y cuánto se perdería por el camino en forma de comisiones?
Rentabilidad Anual: 5,50%
Comisiones: 3%
Rentabilidad Neta: 2,50%
El cálculo es sencillo: el beneficio del fondo es de 1.650 euros (el 5,5% de 30.000), pero tú solo recibirás 725 euros (el 2,5% de 30.000). El resto hasta 1.650 euros, es decir, 900 euros, lo pagarás en forma de comisiones.
Además, con toda seguridad, estos 900 euros se descontarán del valor liquidativo del fondo, por lo que el “gasto” pasará inadvertido para la mayoría de inversores. ¿Te imaginas que se lo cobraran a los clientes en su propia cuenta corriente en vez de descontarlo del valor liquidativo del fondo?
Ahora imagina que al año siguiente la rentabilidad de ese mismo fondo es del 0%, es decir, ni gana ni pierde dinero.
Rentabilidad Anual: 0%
Comisiones: 3%
Rentabilidad Neta: -3%
En este caso, el importe de las comisiones a pagar seguiría siendo 900 euros, que volvería a descontarse del valor liquidativo del fondo, reduciendo directamente tu capital invertido.
¿Eres consciente ahora de lo importante que es elegir productos de inversión con muy bajas comisiones?
Aurelio Jiménez, economista y divulgador de contenidos financieros.